Trabajo desde el marco teórico del psicoanálisis. Dicha corriente designa un amplio número de teorías creadas a partir de los aportes de Sigmund Freud. A través del método y técnica de tratamiento psicoanalítico se busca traer a la superficie los sentimientos inconscientes reprimidos que interfieren en la vida actual del paciente. A diferencia de los métodos que se basan en ejercicios, entrenamiento o aprendizaje (como las técnicas conductuales) o de las explicaciones en el plano cognitivo, el psicoanálisis se cuenta entre las técnicas de descubrimiento o develación que intentan que el paciente logre una comprensión profunda de las circunstancias que han dado origen a sus afecciones, o son la causa de su sufrimiento o malestar psíquico. En términos generales busca un cambio del mundo interno del paciente, mayor libertad y plasticidad del yo, así como conocimiento de sí mismo.

La regla fundamental sobre la que se asienta la técnica psicoanalítica consiste en que el paciente comunique al analista todas sus ocurrencias, ideas, imágenes, emociones, pensamientos, recuerdos o sentimientos, tal como se le presentan, sin ningún tipo de selección, restricción o filtro, aun cuando el material le parezca incoherente, inapropiado o desprovisto de interés (regla de la asociación libre).

El análisis de la resistencias, como la interpretación de los sueños, lapsus, fallidos, etc., son el material de trabajo, el medio frente al fin de “librar a un ser humano de sus síntomas neuróticos, de sus inhibiciones y anormalidades de carácter” (Freud). Asimismo, el análisis de la vida cotidiana permite comprender las formas vinculares y los sistemas de significación en los que se desarrolla y configura la subjetividad. Cuando la vida cotidiana es tomada como objeto de análisis se revela su estructura significante, permitiendo problematizar y repensar las propias acciones.

La diversidad requiere poner en marcha estrategias diversas, pero siempre parte del trabajo se orienta ha identificar los comportamientos autodestructivos que han contribuído a mantener «el problema» en cada caso. Comprender la propia implicación es orientarse hacia la resolución de los conflictos.

Crisis y cambio

La crisis es una ruptura en la continuidad de las cosas, desencadenada por factores externos o internos y se instala en la relación del sujeto consigo mismo. Estar en crisis implica la elaboración de sentimientos depresivos, de pérdida, de poner palabras a sentimientos de vacío, el más desestructurante de los cuales es el no “saber quién soy”.

La crisis es la muerte simbólica de aquello que fui o creí ser e implica un no saber acerca de la sobrevivencia, es un “no sé quién soy” y por lo tanto “no sé cómo vivir” en el mundo. Pero la angustia, abre al mismo tiempo la puerta a la creación, a lo que viene luego de esa muerte; cargada de significado permite el reencuentro con uno mismo y los otros.

El devenir existencial exige siempre renovadas adaptaciones al medio. Aún más que estar en crisis, el sujeto se construye a sí mismo a partir de las distintas crisis que lo atraviesan. El nacimiento constituye acaso la primera crisis que enfrentamos dejando atrás el refugio cálido del vientre materno para iniciarnos en el medio hostil y caótico del mundo. El camino nunca es sencillo, las separaciones y los duelos inevitables; crecemos y dejamos atrás la infancia, el lugar de niños, nuestro cuerpo que cambia, transformando nuestro rol de hijos al hacernos mayores. Más tarde se sucederán amores, amigos, lugares y así, elaboraremos nuevas pérdidas; nuestra historia, al decir del psicoanalista Emilio Rodrigué, es la historia de nuestras separaciones.

Vivir en sociedad requiere siempre de nuestra capacidad de ser tolerantes a la frustración, de poder conciliar lo ideal y lo posible. Supone integrar nuestro mundo interno gobernado por pensamientos, deseos y fantasías, con el mundo “real” representado por la cultura y sus instituciones (familia, pareja, lugar de trabajo, etc.). Implica poder renunciar a nuestras expectativas de satisfacción y serenidad permanentes, ya que estos sentimientos sólo son transitorios y la naturaleza humana siempre está en la búsqueda de nuevos horizontes. Una vida sin problemas, sin necesidades insatisfechas no es una vida real.

Esta falla estructural de fábrica, que constituye el deseo y sus posibilidades de satisfacción en la cultura se profundiza en la enfermedad. La salud se opone a la enfermedad en que ésta es un estado en el que el sujeto queda alienado por el conflicto sin posibilidades de transformación útil de la realidad externa. La salud mental consiste en un “proceso en el que se realiza un aprendizaje de la realidad a través del enfrentamiento, manejo y solución integradora de los conflictos” (Pichón Rivière). Un sujeto sano es aquel que tiene una adaptación activa a la realidad, que logra poner en juego múltiples operativas yoicas a través de una renovada planificación instrumental en cada aquí y ahora. A esto agregaríamos la necesidad de contar con una vida sexual satisfactoria, buenas relaciones interpersonales y disponer de una capacidad de trabajo vocacional.